Microbios que viven en condiciones extremas: los nuevos aliados de la biotecnología

Hasta hace no mucho se pensaba que la vida era incompatible con los ambientes extremos tales como la oscuridad absoluta, concentraciones salinas tan altas como la de la salsa de soja, lagos helados o aguas termales. Pero hoy sabemos que existen una gran cantidad de microorganismos a los que les encantan estos ambientes y por eso reciben el nombre de “extremófilos” (amantes de lo extremo). 

Se los encuentra en los lugares menos pensados: en los géiseres del fondo de los océanos, en el Mar Muerto, adentro de los volcanes o en las aguas congeladísimas de la Antártida.

A medida que los fueron descubriendo, los científicos comenzaron a estudiar cómo estos microbios podían lidiar con semejantes condiciones tan adversas para la vida. Así descubrieron que los extremófilos tienen enzimas y compuestos diferentes al resto de los organismos vivos, que justamente les permiten hacer lo mismo que hacen todos, pero en condiciones extremas.

Esto resultó muy interesante para la industria, ya que hay procesos industriales que ocurren a altísimas temperaturas, o muy bajas, o a altas concentraciones salinas o alta alcalinidad. Por ejemplo, los detergentes en polvo tienen biocatalizadores (enzimas) que quitan las manchas en agua fría. Por su parte, la industria del cuero usa enzimas que degraden proteínas de la piel de los animales en condiciones de alta salinidad. La síntesis química de ciertos productos farmacéuticos debe realizarse a temperaturas bajísimas. Estos y muchos otros procesos hoy se valen de las enzimas de los extremófilos, organismos raros, sorprendentes, y al mismo tiempo muy útiles para la biotecnología.

 

Imagen: Robert Bye | Unsplash