Pérdidas y desperdicios de alimentos: como reducimos las pérdidas en el campo

Hoy en día tenemos el gran desafío de producir alimentos para una población en continuo crecimiento, pero utilizando cada vez menor superficie.

Como si esto fuera poco, el cambio climático, reflejado en condiciones extremas de exceso o falta de agua, tormentas fuertes y temperaturas fuera de lo normal cada vez más frecuentes, amenaza la producción. 

A nivel productivo, cuando hablamos de producción nos referimos, no solo a la cantidad, sino también a la calidad de lo producido. Se apunta a una mayor producción de buena calidad. A su vez, se busca la estabilidad y previsibilidad en los resultados, esto último muy asociado con la sustentabilidad, no solo ambiental, sino también social y económica de la actividad agropecuaria. 

Veamos cuáles son los factores que amenazan la cantidad y calidad de los producido y cómo hacemos, desde el campo, para manejarlos y mitigar sus efectos. A grandes rasgos, podemos agrupar a estos factores reductores en dos grandes grupos: factores abióticos (climáticos) y factores bióticos (organismos vivos). 

Cuando producimos a cielo abierto y sin posibilidad de riego, es poco lo que podemos manejar los factores abióticos (¿acaso podemos hacer llover o prevenir una granizada?), pero sí podemos tomar decisiones y usar tecnología para tratar de escaparles o mitigar sus efectos. Frente a estos factores la mejor herramienta es la planificación, apuntando a sistemas más resilientes. En este sentido, conociendo las características de la zona en donde estemos, podemos evaluar y decidir qué semilla sembrar (variedad o híbrido dependiendo el cultivo), ajustar la fecha de siembra para escapar a adversidades climáticas esperadas durante períodos críticos, elegir cuánta semilla ponemos por unidad de superficie y a qué distancia entre líneas, definiendo así la estructura del cultivo (es decir, cómo se arreglan las plantas en el espacio dado). Incluso, con la agricultura de precisión podemos ir haciendo modificaciones de estas variables dentro de un mismo lote, para ser más eficientes. Así, podemos apuntar a escaparles a heladas promedio, a los períodos de falta de agua frecuentes y conocidos o a temperaturas elevadas características de ciertas épocas del año. De todos modos, siempre queda un nivel de incertidumbre que no podemos manejar, como una tormenta de granizo, una helada tardía o un viento fuerte. 

Con respecto a los factores bióticos, tenemos las malezas, los insectos plaga y las enfermedades que amenazan, no solo la cantidad, sino también la calidad de lo producido. En este sentido, las malezas, es decir aquellas plantas que crecen cuando y donde no son deseadas, compiten con el cultivo por luz, agua y nutrientes pudiendo causar mermas de hasta 60- 80 % si no son controladas. Los insectos plaga son aquellos insectos que se alimentan de las plantas de cultivo, dañando las hojas, comiendo o dañando granos y frutos, haciendo galerías en los tallos que quedan debilitados, por ejemplo. En cuanto a las enfermedades, pueden ser causadas por virus, bacterias u hongos. También, los insectos pueden ser vectores de virus y los daños causados por insectos plaga pueden ser la puerta de entrada de hongos y bacterias. Frente a estos factores bióticos, tenemos estrategias de prevención y manejo y otras de control. La prevención tiene que ver con las decisiones que toman asesores y agricultores al planificar ese cultivo. Influyen mucho la rotación de cultivos, la elección de la semilla a sembrar, ya sean variedades o híbridos. En este sentido, el mejoramiento genético ha sido de gran ayuda, ya que aporta cultivos cada vez más resilientes a estos factores, con mejor capacidad de competencia frente a las malezas, con tolerancia a insectos y a enfermedades entre otras características. La biotecnología contribuye ampliamente a este mejoramiento. 

Un punto clave para el manejo de las adversidades causadas por seres vivos es el monitoreo, es decir el seguimiento del cultivo, para detectar tanto a las malezas como a los insectos y los síntomas de las enfermedades de forma temprana, y poder evaluar si intervenir o no y cómo. Por suerte, hoy en día, sumado a los cultivos cada vez más tolerantes frente a enfermedades que podemos obtener mediante el mejoramiento, también contamos con “remedios para los cultivos”, es decir, los productos fitosanitarios que podemos usar cuando es necesario para controlar a las malezas, a los insectos plaga y a los hongos causantes de enfermedades. Los productos fitosanitarios pasan por una estricta evaluación por parte del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), antes de ser aprobados para los usos que son propuestos. 

Lo interesante es que todas estas herramientas de planificación, prevención y control coexisten y se combinan en manejos integrados. Siguiendo las buenas prácticas agropecuarias, es decir haciendo un buen planeamiento, monitoreo y siguiendo las recomendaciones de manejo y aplicación de los productos fitosanitarios, podemos proteger el rendimiento y asegurar la calidad de lo producido. Cada vez contamos con más y mejores tecnologías que podemos combinar para producir más, de mejor calidad, en menor superficie y con menos pérdidas. 

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