Es hora de priorizar la investigación agrícola

Recientes protestas por el alza en los precios de alimentos dan la razón a un informe sobre el peligro potencial de descuidar la investigación agrícola. El aumento de precios de los alimentos fue uno de los temas subyacentes en el derrocamiento del presidente de Túnez y los disturbios en Argelia y Sudán.

Recientes protestas por el alza en los precios de alimentos dan la razón a un informe sobre el peligro potencial de descuidar la investigación agrícola. El aumento de precios de los alimentos fue uno de los temas subyacentes en el derrocamiento del presidente de Túnez y los disturbios en Argelia y Sudán.

 

En cierta forma, el problema de la escasez de alimentos puede ser contado de manera simple. Somos siete mil millones en la Tierra, de los cuales probablemente dos mil millones están hambrientos. Otros dos mil millones se unirán a nosotros en el 2050. La seguridad alimentaria no es solamente un enorme problema, para algunos es el principal problema que encara la humanidad.

 

El hambre tiene una gran variedad de causas, que incluyen la escasez de agua y de otros insumos agrícolas; la erosión de los suelos y la propagación de la salinidad; incluso la amenaza latente del cambio climático. Pero una parte importante de lo que configura la historia de los alimentos y el hambre es la investigación agrícola, o la falta de ella. La Revolución Verde que comenzó en los años sesenta, y produjo variedades de alta productividad de arroz que, por ejemplo, le permitió a la India volverse exportadora neta del grano, fue un punto a favor en la historia de tal investigación.

 

Muchos consideran que ahora el punto bajo ha llegado, y que estamos recogiendo la cosecha de dos décadas trágicas en las que se descuidó la ciencia agrícola. Se requiere revertir esta situación.

 

¿Hasta dónde llega el hambre?

En los dos últimos meses han aparecido numerosos informes internacionales sobre seguridad alimentaria. El más reciente es el titulado: ‘El Futuro de la Alimentación y la Agricultura: Retos y Posibilidades para la Sostenibilidad Global’, lanzado esta semana por el gobierno británico y escrito por su Comité de Previsión en consulta con investigadores de 34 países desarrollados y en desarrollo.

 

El informe proporciona una amplia y excepcional visión de las causas de la escasez de alimentos, identificando los factores que conforman un complejo entramado político, social, económico y científico. Incluye además causas menos evidentes del hambre, como el hecho preocupante de que casi una tercera parte de los alimentos se pierden, por ejemplo a causa de un almacenamiento deficiente.

 

También expresa la verdadera magnitud del problema, demostrando que la escasez de alimentos eventualmente nos afectará a todos, incluso a los que tenemos el estómago lleno. Porque, tal como lo hemos visto en Túnez y otros lugares, el hambre fomenta disturbios civiles y migración, y porque la agricultura, tal como se practica actualmente, está destruyendo recursos esenciales y emitiendo demasiados gases de efecto invernadero. Culpables por omisión

En el campo de la investigación, muchas omisiones han contribuido al hambre. El informe señala que las innovaciones existentes no han llegado a muchos de quienes podrían beneficiarse de ellas. Si estas se implementaran en África, la productividad podría aumentar hasta en tres veces. Pero tres veces, en tan solo unas pocas regiones, no es suficiente.

 

El nuevo conocimiento es esencial. Sin embargo, para la mayoría de países la investigación agrícola y pesquera es de escasa prioridad, y los estudios correlacionan la apatía de las dos décadas previas con la desaceleración que hoy se observa en las ganancias de productividad.

 

El informe no respalda comentarios que buscan chivos expiatorios obvios para el hambre, como la no tan masiva adopción de los cultivos genéticamente modificados, o la falta de políticas de distribución de alimentos. No hay una sola causa y definitivamente no hay una solución única. Y deja en claro que cada enfoque debe aprovecharse buscando un nuevo sistema alimentario que “tiene que cambiar más radicalmente que nunca en las décadas venideras, incluso más que durante la Revolución Industrial o Verde”.

 

Invertir en investigación es prioritario, señala el informe, y dice que los desarrolladores concuerdan en que la ciencia y la tecnología que aún no se ha hecho será “uno de los impulsores más importantes” del suministro futuro de alimentos: “esos desafíos requerirán soluciones en la frontera del ingenio humano y a la vanguardia del conocimiento científico”, subraya.

 

Una prioridad de investigación

Para alcanzar los niveles requeridos de inversión en investigación, dice el informe, es necesario ofrecer más incentivos para la investigación en bienes públicos que beneficien a los países de bajos ingresos. Se requieren nuevos modelos de financiamiento a la investigación. Y quienes financian la investigación desde los sectores público, privado e intermediarios deben resolver sus diferencias y coordinar mejor.

 

La pregunta es: ¿podrá este informe, y los otros, poner el tema del hambre en el tope de la agenda política? Calestous Juma, profesor de desarrollo internacional de la Universidad de Harvard y autor de un libro de reciente publicación sobre la producción de alimentos en África, opina que el paso crucial es conseguir que los jefes de estado quieran resolver el problema. Pero alcanzar este grado de voluntad política es difícil, porque el hambre solamente tiene su mayor impacto en aquellos que están en la posición más débil para influir en las políticas.

 

La agricultura, por supuesto, compite por financiamiento para la investigación con la salud y con otros problemas urgentes, muchos de los cuales tienen defensores destacados. Pero la necesidad de investigar en el suministro de alimentos reemplaza a cualquier otra, ya que la producción y distribución exitosa de alimentos es un prerrequisito para encarar otros problemas sociales.

 

Quienes donan deben reconsiderar sus prioridades. Los investigadores tienen mucho por hacer para ponerse al día. Y cualquiera sea su justificación política, los disturbios en Túnez y en otros lugares subrayan que el fracaso tendría un costo potencial.