¿Qué culpa tiene el tomate?

No hay tomates transgénicos que se comercialicen en Argentina ni en el mundo. Sin embargo, si uno hace una encuesta y pregunta: ¿qué cultivos transgénicos hay disponible en el mercado?, seguramente muchas personas harán referencia al tomate. Conocé la historia detrás del mito en este artículo.

Los mitos son creencias que se instalan en la opinión pública y que tienen origen en un hecho real, que luego se distorsiona o malinterpreta, se mira parcialmente o se comprueba que fue producto de un error. El problema es que, una vez que el mito está instalado, es muy difícil derribarlo, y entonces aquí estamos, luego de 25 años de transgénicos en el mundo, volviendo a aclarar que el tomate que comemos hoy no es transgénico (aunque si fuese transgénico, no habría por qué preocuparse). Consecuentemente, tampoco perdió su sabor debido a la transgénesis.

En algún momento existió el tomate transgénico que dio origen al mito. El tomate FlavrSavr, producido por la compañía Calgene (Estados Unidos) en 1994, contenía un gen que hacía que madurara más lentamente. El objetivo era conseguir tomates que pudieran cortarse lo más tarde posible de la planta y llegar al consumidor con el sabor y la textura óptimas. Sin embargo, el gen fue introducido en un cultivar de baja calidad y el producto obtenido fue destinado a la producción industrial y no al consumo de tomate fresco. Las latas con tomate FlavrSavr se vendieron durante algunos años, pero luego fueron retiradas del mercado por motivos comerciales. Lo mismo ocurrió con los tomates transgénicos producidos por la compañía Zeneca (Inglaterra) de características similares al FlavrSavr. La pasta de tomates Zeneca estuvo por tres años en las góndolas inglesas, pero fue discontinuada en 1999 por problemas de percepción pública.

Luego, llegó la distorsión que instaló el mito. El activismo anti-transgénico tomó al tomate como su blanco predilecto de ataque, sin sustento científico que justifique el rechazo a los cultivos transgénicos. Además, las campañas anti OGMs comenzaron a mostrar imágenes de tomate que infundían miedo y desconfianza. ¡Hoy en día continúan apareciendo en buscadores de Internet imágenes de tomate inyectado con una jeringa que ilustran notas sobre cultivos transgénicos! Como si esto fuera poco, se instaló la idea de que "tomates eran los de antes", más sabrosos, más rojos. Como resultado, nació el mito: el tomate es transgénico y además, debido a ello, ha perdido su sabor.

La transgénesis no es la culpable

Si el tomate actual no es transgénico: ¿cómo fue mejorado? y ¿por qué perdió el sabor?. El tomate es mejorado por métodos convencionales. Intuitivamente uno pensaría que, cuando se mejora un cultivo se pueden mejorar todas las características que se quiera a la vez, pero, lamentablemente, no funciona así. En los programas de mejoramiento siempre se deben elegir uno o dos objetivos para centrar los esfuerzos. Esto hace que, muchas veces, haya que dejar algunas características de lado para hacer foco en otras. En general, los mejoradores y productores buscan contar con variedades que prometen más rendimiento y menor susceptibilidad a las enfermedades. Se prioriza que los tomates tengan aspecto atractivo y duren luego de cosechados y, muchas veces, el sabor queda en un segundo plano. Como resultado, tenemos algunas variedades más rendidoras y con mayor vida pos-cosecha, pero que no son las más sabrosas. La buena noticia es que, actualmente, recuperar el sabor y mejorar la calidad nutricional tienen más relevancia en los programas de mejoramiento.

Otra razón que influye en la pérdida del sabor del tomate, y otras frutas y verduras de hoy en día, es la distancia que recorren las frutas desde las quintas hasta la ciudad. Si el campo o huerta está cercana a la ciudad, los frutos se pueden dejar en la planta hasta último momento (cuando el contenido de azúcar, por ejemplo, es mayor). Lamentablemente, estas propiedades muchas veces se pierden ante las necesidades de recolección, transporte y almacenamiento que exige la producción que abastece a las grandes ciudades o que se comercializa entre diferentes países.

Incluso, el cambio en la demanda de los consumidores afecta el sabor del tomate. Hoy queremos tener tomates disponibles en todo momento del año y, muchas veces, la única forma de lograrlo es depositar las cosechas en cámaras de frío. La prolongada refrigeración tiene un efecto negativo en el sabor de los tomates.

Y si el tomate fuese transgénico, ¿qué pasaría?

¡Nada! Los cultivos transgénicos y sus productos son los más estudiados en la historia de la agricultura y de los alimentos. Los cultivos transgénicos que llegan a nuestras mesas son seguros, tanto para el ambiente como para el consumo humano y animal. Previo a su autorización, se realizan exhaustivos estudios y se verifica que cumplan con las normas de seguridad ambiental y alimentaria establecidas por las autoridades correspondientes y las agencias regulatorias en Argentina y en los otros países donde se los cultiva o consume. Esta evaluación, sumada a la evidencia que aportan cientos de trabajos científicos de todo el mundo, es contundente: los productos de la biotecnología agrícola son tan seguros como sus contrapartes convencionales. Este hecho está confirmado, además, por los 25 años que han transcurrido desde que los transgénicos están en nuestra mesa sin ningún caso de efectos indeseados.

En unos años, es posible que haya tomates transgénicos en nuestra mesa. Por ejemplo, investigadores están trabajando en el desarrollo de tomates con mayor contenido de licopeno. El licopeno es un carotenoide antioxidante, neutraliza los radicales libres que se producen en el organismo y que llevan al envejecimiento celular y al desarrollo de enfermedades cardiovasculares y ciertos tipo de cáncer. Una de las formas de aumentar los niveles de licopeno, y otros compuestos antioxidantes, en el tomate es agregando los genes que codifican para las enzimas que intervienen en su síntesis.


Recordá: