La biotecnología local no logra salir de los laboratorios

Córdoba tiene muchos científicos en esta área, pero los conocimientos no se transfieren a la industria local. Con una comunidad más chica, la provincia de Santa Fe es tierra de varias empresas exitosas surgidas desde la academia. Un proceso de transferencia desde el sector científico a las empresas más simple y transparente, facilitaría la conexión entre empresarios e investigadores para transformar el conocimiento en soluciones industriales.
Córdoba tiene muchos científicos en esta área, pero los conocimientos no se transfieren a la industria local. Con una comunidad más chica, la provincia de Santa Fe es tierra de varias empresas exitosas surgidas desde la academia. Un proceso de transferencia desde el sector científico a las empresas más simple y transparente, facilitaría la conexión entre empresarios e investigadores para transformar el conocimiento en soluciones industriales.

Córdoba, la Docta, tiene una comunidad científica muy potente. En particular, la tradición en biología celular y molecular se remonta a los trabajos de Ranwel Caputto, quien fue mano derecha del premio Nobel Luis Leloir. Aquí también se instaló el Laboratorio de Hemoderivados, una empresa farmacéutica única en América latina. Sin embargo, la biotecnología local no puede salir de los laboratorios de las instituciones científicas. La otra cara de la moneda es la vecina Santa Fe, donde el ecosistema biotech viene madurando desde hace años.

Algunos números ilustran mejor estas diferencias. Según un informe del Ministerio de Ciencia de la Nación (Mincyt) sobre biotecnología de 2016, mientras que en Córdoba hay unos 259 proyectos de investigación y unos 500 científicos vinculados a esta disciplina, en Santa Fe las cifras son 192 iniciativas y 450 científicos. La provincia hermana tiene una comunidad científica más pequeñas, pero logra mejores transferencias a la industria.

Proyectos e industrias “biotech” cordobesas
El Fontar es el principal programa nacional para promover la transferencia del sector científico al industrial. Hasta 2012 (según otro documento del Mincyt), apenas el dos por ciento de las empresas biotecnológicas beneficiadas eran cordobesas. El 16 por ciento de Santa Fe, el 35 por ciento de Buenos Aires y el 40 por ciento de la Ciudad de Buenos Aires.

Recientemente, la Agencia Nacional de Promoción Científica del Mincyt lanzó un fondo de biotecnología aplicada a la industria en tres áreas: desarrollo de alimentos para adultos mayores, enzimas para la agroindustria y medicina de precisión. En los dos primeros ganaron proyectos de Santa Fe. El último quedó en Buenos Aires, y es la única línea en la que se presentó un consorcio cordobés integrado por Conicet, el Gobierno provincial y la Fundación para el Progreso de la Medicina. En todos, el monto subsidiado varía entre 20 y 35 millones de pesos.

Las razones
Las empresas nacionales de biotecnología radicadas en Córdoba se cuentan con los dedos de una mano. Sobresale el mencionado Laboratorio de Hemoderivados de la UNC, aunque realiza biotecnología tradicional. En cambio, Santa Fe tiene varias empresas que surgieron de los laboratorios universitarios con biotecnología moderna. Son los casos de Terragene, Amega y también Bioceres, el único unicornio biotecnológico del país (empresas que valen más de mil millones de dólares).

Graciela Ciccia, directora de la Cámara Argentina de Biotecnología, entiende que Santa Fe tiene un ecosistema biotecnológico más completo que Córdoba. “Además de universidades e institutos con fuerte vocación por la transferencia, hay empresas destacadas y la aceleradora de empresas Cites, especializada en biotecnología”, dice. Y agrega: “Los institutos de biología de Córdoba son muy prestigiosos y tienen mucha historia, pero para hacer biotecnología se tiene que traducir en productos y servicios, por lo que tiene que haber empresas”.

Carlos Argaraña es el director de la flamante Licenciatura en Biotecnología de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba. “Santa Fe tiene más desarrollo en biotecnología moderna que Córdoba, pero tenemos el Laboratorio de Hemoderivados, un ejemplo de biotecnología tradicional”, dice.

Y agrega una hipótesis: “El perfil de las universidades santafesinas siempre ha estado apuntalado desde las ingenierías. Quizás ayudó a impulsar la transferencia a la industria. Córdoba tiene más tradición en investigación básica”. Argaraña afirma que el perfil de la nueva carrera que dirige será el de egresados para insertarse en industrias biotecnológicas de la región. Por ello, la currícula tiene asignaturas enfocadas en gestión empresarial e industrial. Agricultura y Salud son las áreas más tradicionales de desarrollo biotecnológico en el país. (Irac-Biogen y Pixabay)

Por su parte, José María Rodríguez, director ejecutivo de la Agencia Córdoba Innova, coincide con el diagnóstico y da el ejemplo de lo que ocurre con el programa Acelera de la agencia, que promueve la inversión de capital de riesgo en empresas de base tecnológica. “Convocamos a las cinco aceleradoras más importantes del país, entre ellas a Cites, dedicada a biotecnología. Transcurridos cinco meses, no concretó ningún proyecto”, destaca. Un relevamiento del diario tampoco detectó startups biotech en las incubadoras de empresas tecnológicas de Córdoba. “Falta fomentar la innovación y mejorar la regulación. Tiene que ser más simple y transparente el proceso de transferencias desde el sector científico a las empresas. Los empresarios encuentran dificultades para lograr conectarse con los investigadores”, dice Rodríguez. Y agrega: “Necesitamos científicos que tengan una visión más empresarial. Que transformen el conocimiento en soluciones industriales y no sólo en publicaciones científicas”.

Para Ciccia hay que fomentar la unión de científicos con profesionales que vienen desde los negocios. “Ese mix puede crear empresas tecnológicas con un pensamiento global, porque en biotecnología el mercado argentino es insuficiente y deben pensarse internacionalmente”, explica.